Qué bonito es ser presidente de la comunidad, que los administradores pasen de ti y que cada vez que veas a un vecino no puedas saludarle con una sonrisa y mucho amor.
En su lugar hay que escuchar todas las quejas y la letanía final: pues se cambia de administrador. Claro que sí, guapi, para que luego me dejéis con el culo al aire cuando lo proponga.