Ayer, en el parque de perros de Cerceda, se presentó una pareja de edad con dos perros de tamaño pequeño. Uno era un cachorro asustadizo y el otro ya tenía una edad y se mostraba bastante agresivo. Mis perras pasaron de él de esa forma que tienen los perros de descartar la amenaza que sólo ellos saben y estuvieron a su bola mientras el otro se desgañitaba.
El caso es que me fijé bien en él y vi que tenía un ojo prácticamente en blanco. Como si tuviese una catarata enorme o algo similar y, claro, se lo comenté a la mujer. Esta me dijo que ya se lo habían notado, pero que no habían podido llevarlo al médico porque con la "plandemia" estaba todo cerrado y que ahora se lo estaban pensando.

El término "plandemia" en este pueblo de iluminados ya ni me altera las pulsaciones. Lo acepto como lo que son y los etiqueto bajo el término de "descerebrados autónomos" y ya. Pero sí que empecé a hacer cálculos y me fijé en que desde el confinamiento (ese que dice que estaba difícil el acudir a servicios médicos o veterinarios) había sido hacía casi cinco años. ¡Cinco años! ¡El pobre bicho llevaba con el ojo así cinco putos años!

¿Nos extrañamos de que el animal sea agresivo? ¿En serio? No les dije nada porque aún estaba procesando el detalle temporal cuando me hablaron del anterior, muerto tras seis años de enfermedad, y al que sólo al final habían medicado.

¡Hostias! El pobre bicho anduvo aferrándose a la vida con uñas y dientes para que estos dos anormales lo contasen después como si ellos, ELLOS, fuesen las víctimas.