El viernes tuvimos la junta ordinaria de la mancomunidad. Son cinco bloques de la urbanización que antes estaban juntos y después se separaron.

Llevábamos ocho puntos que se podían haber resuelto con más rapidez si alguien se hubiese molestado en añadir una pequeña -o grande- explicación de los mismos con la convocatoria. Eran demasiados pero es que los asuntos se juntaron a última hora y no hubo manera de hacerlo de otra forma.

Tengo una afonía desde hace varios días que me está tocando mucho la moral. No sólo porque mi voz es mi mejor herramienta para comunicarme con mi entorno sino porque en teatro me hace bastante falta ahora mismo. Me impedía hablar de tal manera que no hubo forma de intervenir para parar a dos vecinos, que vinieron en plan troll, y que insistieron en varios temas en profundidad. No es que no tuvieran derecho a hacerlo, es que incluso teniendo repuestas volvían una y otra vez a preguntarse en voz alta si la última petición, que fue atendida, era "pedir demasiado".
Y no, hijo e hija míos, no era pedir demasiado pero sabiendo cómo estábamos de tiempo y asuntos os podíais haber callado un poquito más y respetar a los demás. Cada vez tengo más claro que hay aptitudes ante las que hay que levantarse y protestar, porque tanto respeto por los demás es aprovechado precisamente por los que no respetan.
Como soy presidente de uno de los bloques, el mío en concreto, al final me designaron como presidente de la mancomunidad. No es algo que me afecte mucho ahora mismo; me recuerdo que soy programador y he visto horrores más allá de la compresión humana. Que nada debe afectarme.
Excepto la afonía. Así que como este viernes tengo la reunión de mi bloque me he comprado un megáfono. Al fuego se le combate con fuego. O no, tampoco lo tengo claro pero va a ser una reunión épica. 🙂