Esa es otra, claro. Cuando los herederos de Don Tomás se hicieron cargo del negocio, del que no conocían más que los fajos de billetes mensuales, mi padre y otros buscaron una salida porque sabían que estaban en peligro y fundaron una pequeña empresa. Eran ya los ochenta y lo de la pensión les empezaba a preocupar y se lo tomaron en serio.